sábado, 27 de junio de 2009

Esencia

Después de muchas cavilaciones, el hombre ha decidido que es momento de cambiar su vida y olvidar su torre de cristal, su carcel autoimpuesta. Su búsqueda durante años, encerrado en su laboratorio, persiguiendo infructuosamente la perfección, sólo le ha proporcionado dolor y frustración, y con el paso del tiempo la pasión por su estudio se ha ido convirtiendo en un oculto rencor por lo que ha dejado pasar, absorto en su dedicación.

Así que el hombre, con la firmeza de un samurai antes de una batalla,  se quita la bata de laboratorio, apaga las luces, y baja las escaleras de la torre de cristal. Abre la puerta con su llave de titanio, y sale a la noche estrellada. Sin más, al salir, nota el aire fresco en su cara. Durante unos breves instantes, disfruta de la brisa nocturna, deleitándose ante el mundo que tiene por descubrir.

Y entonces, la esencia de aquello que buscaba y anhelaba, le llega transportada por el viento, sólo de manera ténue pero aun así perceptible. El hombre entonces mira la llave que todavía tiene en su mano, vuelve su vista hacia la torre, y con resignación, abre la puerta y vuelve arrastrando los pies a su laboratorio, para continuar persiguiendo lo que probablemente sea inalcanzable.

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